Ante el avance de la pandemia por el COVID-19, la Universidad de Puerto Rico (UPR) comenzó a impartir sus clases en línea desde marzo, pero la brecha digital y la desigualdad social impulsó a universitarios a abandonar sus estudios.
La brecha digital se refiere a la desigualdad de acceso a la información como consecuencia de la falta de tecnologías, como equipos electrónicos e internet, según lo define la página web jurídica Lexjuris. Esta desventaja de recursos ha dificultado a universitarios de la UPR el acceder a sus cursos, reveló una encuesta por Pulso Estudiantil distribuida a 302 estudiantes del 4 al 15 de agosto.
“El semestre pasado hubo un ensayo que lo tuve que redactar en notes del teléfono, escribirlo todo ahí, enviárselo a mi cuñada, que no estaba en la casa, para que ella lo pusiera en Word y me lo enviara por email”, relató Emilia Reyes, estudiante de la UPR en Río Piedras.
La alumna narró que, para conectarse a sus clases, utilizó la computadora de su cuñada, quien vive junto a su hermano y ella. Los tres cursan estudios subgraduados, por lo que, cuando alguien más utilizaba el dispositivo, Reyes debía acceder a las clases desde el teléfono.
La estudiante de Ciencias Naturales recordó que, durante las clases de verano, uno de sus compañeros de estudio “la estaba pasando peor”. El joven no tenía las herramientas digitales adecuadas, por lo que decidió darse de baja ante el comienzo en línea del año académico 2020-2021.
En efecto, la encuesta por Pulso Estudiantil revela que un 44.7 por ciento de los encuestados conoce a algún estudiante de la UPR que se dio de baja por no poder continuar sus estudios de manera virtual. El margen de error del formulario es 4.72 por ciento, y el nivel de confianza es 90 por ciento, según el portal de internet Telencuestas.
El informe evidencia que, ante la abrupta digitalización de la enseñanza, aquellos estudiantes con acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) están en evidente ventaja durante el semestre, a diferencia de los que no tienen las herramientas adecuadas.
“Mientras unos tienen acceso a todo tipo de tecnologías en su casa, otros no tienen nada. No hay que ser muy capaz para saber quiénes tendrán éxito educativo y oportunidades y quiénes serán los excluidos y marginados”, expresó sobre la brecha digital Ada Felicié Soto, investigadora de la UPR.
A Felicié Soto no le sorprende el hallazgo de que universitarios sin acceso a TIC hayan tenido que abandonar sus estudios. “Aunque es muy lamentable, la realidad es que, en Puerto Rico, la brecha digital es una realidad que muchos quieren ocultar”, expresó.
La también directora de la biblioteca de Trabajo Social en la IUPI resaltó que, “la corrupción, la dejadez, los cambios de gobierno, la política partidista y la falta de voluntad para erradicar la desigualdad tecnológica no ha propiciado la democracia digital y una transición hacia una Sociedad de la Información y el Conocimiento”. Añadió que, a partir del 1993 bajo la administración de Clinton-Gore, el gobierno federal de Estados Unidos aprobó leyes para reducir la brecha digital y proveer infraestructura, acceso a equipo computacional e internet de alta velocidad para escuelas, bibliotecas y hogares. Comentó que, a partir de entonces, a Puerto Rico se le han asignado cientos de millones de dólares para esos fines, a pesar de que no han sido manejados correctamente.
Según Felicié Soto, los alumnos del Departamento de Educación (DE) son los más afectados, pese a que la brecha digital también afecta a nivel universitario. Respecto al uso de computadoras e internet de los universitarios, la UPR aún no ha realizado una encuesta oficial para conocer el acceso que tiene su estudiantado.
El primer centro docente, así como otras universidades locales, atemperó el primer semestre del año académico 2020-2021 a la modalidad en línea e híbrida. Sin embargo, una de las preocupaciones que plantean los estudiantes es que hay profesores que no están bien adiestrados para manejar las tecnologías, a pesar de que la administración asegura haber capacitado a los docentes.
Semestre en línea sin conexión estable o computadora
El semestre pasado, la estudiante Angie Rodriguez Laboy de la UPR en Humacao tuvo que pedir una computadora prestada a una amiga, quien también la necesitaba para estudiar, porque su ordenador tenía el touchscreen dañado y no funcionaba para tomar clases, ni mucho menos realizar exámenes. “Por el mínimo movimiento que tuviese la computadora, la pantalla podía congelarse o terminar cerrando ventanas activas”, comentó.
Un 19.4 por ciento de los encuestados que continuarán estudiando no cuentan con computadora propia, y un 68.9 por ciento votó que no tienen una conexión estable a internet. En el país, tan solo 62 por ciento de los hogares tienen una computadora, y 54 por ciento cuentan con acceso a internet, según la Encuesta de la Comunidad 2013-2017 del Censo de Estados Unidos en Puerto Rico.
Para este semestre académico, según estableció la administración en un comunicado a los docentes el pasado 6 de agosto, los profesores deben asegurar que los estudiantes tengan Internet, Moodle, Google Meets, Microsoft Teams, Big Blue Bottom y Skype, pero la misiva no menciona nada con relación a los estudiantes que no tienen acceso a una computadora.
Sobre el acceso a un ordenador, Lucas Gortázar, investigador del Banco Mundial, señala que van a aumentar las brechas de aprendizaje mientras dure el confinamiento porque será necesario tener, no solo uno, sino varios dispositivos en casa para que todas las personas puedan trabajar.
Sin embargo, aún si cada estudiante adquiere una computadora, las limitaciones para conectarse a la web dificultan el acceso a las clases.
Sin conexión a internet en su hogar, María Paz Ruiz, estudiante de la UPR en Ponce, se conectaba a la red inestable de su vecina cuando tenía que incorporarse a una clase o realizar un examen durante el semestre pasado.
Por su parte, el estudiante de Drama Luis Guadalupe Maldonado utilizó el teléfono para acceder a sus clases y realizar los trabajos, pues mencionó que, desde su laptop, era más complicado debido a la señal inestable. “Al principio, estaba entendiendo bien cómo funcionaba [hacer los trabajos] en el teléfono porque uno está acostumbrado a hacerlos en la laptop o en la computadora de la Universidad”, narró Guadalupe Maldonado.
Yeimilin Rodríguez Reyes, una estudiante de Justicia Criminal, fue parte del 74.5 por ciento de los encuestados que tuvo problemas de internet en medio de una evaluación. Rodríguez Reyes, quien este año hizo un traslado de la UPR en Cayey a la unidad de Carolina, recordó que fracasó una prueba porque le falló la conexión y el profesor no le permitió continuarla en otro momento porque, en sus palabras “sería injusto para otros estudiantes”.
Desigualdad social incrementa brecha digital y de aprendizaje
La disminución de los ingresos económicos es otro de los retos que enfrenta el estudiantado para el inicio del año académico.
“La Universidad suspendió, sin previo aviso, el Programa de Trabajo a Jornal, y, aparentemente, no tiene ningún plan de retomar esa ayuda económica este semestre”, expresó Gabriel Cruz Ruiz, estudiante de Filosofía.
Los estudiantes fueron notificados sobre la cancelación del programa mediante otros compañeros de trabajo, pero la administración no ha explicado oficialmente la situación, lo que ha resultado en una inseguridad por el futuro de los que necesitan esta fuente de ingreso.
“Ahora mismo estoy viviendo de unos ahorros que yo tenía”, añadió el alumno de la UPR en Río Piedras.
Al igual que Cruz Ruiz, un 76.2 por ciento de los encuestados indicó haber sufrido una reducción en sus ingresos. A pesar de contar con menos dinero, un 82.1 por ciento notificó incurrir en gastos adicionales para poder tomar clases virtuales.
De acuerdo con el Pew Research Center, muchos estadounidenses de bajos ingresos carecen de acceso a tecnologías porque no pueden pagar las facturas mensuales que vienen con la conexión de una computadora e internet de alta velocidad. Por tal razón, una merma en los ingresos de los universitarios les dificulta aún más el acceso a las tecnologías.
Para aliviar los gastos ocasionados por la pandemia del COVID-19, la UPR recibió $81.1 millones de la Ley federal de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica de Coronavirus (Cares Act, en inglés). El 50 por ciento de estos fondos fueron distribuidos entre las 11 unidades y representó una ayuda de aproximadamente $700 a $1,000 para los estudiantes aplicables. La administración todavía no ha publicado un desglose que indique cómo invertirán el otro 50 por ciento.
“Parte del dinero del Cares Act lo utilicé porque no estaba trabajando”, añadió Cruz Ruiz.
Al presente, el joven sufraga sus gastos, incluyendo internet y matrícula, con el restante de los fondos y sus ahorros previos. El universitario expresó que la situación que vive el estudiantado es preocupante porque otros alumnos que quedaron desempleados y no tienen ahorros pueden estar en condiciones precarias.
Los hallazgos de este informe reafirman la investigación de la UPR en Humacao en el 2020, que apunta a la existencia de una brecha digital entre el estudiantado de la universidad pública, así como una disminución en los ingresos de los universitarios desde el comienzo de la cuarentena.
Por otra parte, algunos estudiantes que necesitan subsidios para pagar por un dispositivo y el acceso a internet mencionaron, en la encuesta de Pulso Estudiantil, que, desde que comenzó la cuarentena, la UPR no ha respondido sus inquietudes con respecto a la beca o préstamos estudiantiles.
Una estudiante de Educación mencionó que los estudiantes pasan por “un calvario” para contactar a Asistencia Económica. Añadió que es “sumamente preocupante comenzar un semestre académico online sin que la administración brinde a los estudiantes las herramientas necesarias mientras afirma en los medios “sí, estamos listos”.
Como una de las posibles soluciones, la coordinadora ejecutiva de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños resaltó la importancia de una justa distribución de riquezas, gestionada por el gobierno, que amplíe las redes de conectividad y priorice la integración. Ante el confinamiento por la pandemia, urgen iniciativas y respuestas claras de la administración académica y del gobierno para cerrar la brecha digital y reintegrar a estudiantes en desventaja tecnológica que ya han sido excluidos del sistema educativo.