Por: Randiel J. Negrón Torres
Si eres joven trabajador o trabajadora a la vez que estás estudiando o si simplemente trabajas a tiempo completo en Puerto Rico, es probable que hayas laborado en una de las industrias que más emplea en el país: la industria gastronómica. Mejor conocida como la Industria de Restaurantes, Bares y Cafeterías, cuenta con 64,000 personas laborando, actualmente, siendo la tercera en todo el país, y de las que más dinero genera. Es curioso, como mínimo, que también se trata de la empresa que menos paga por hora trabajada a su mano de obra: $2.13. Específicamente, los meseros y meseras. Ese es el mínimo federal para aquellas personas que cobran a base de propinas. Para aclarar aún más, la legislación federal establece que, cualquier persona que genere $30.00 en propinas, en un mes cobrará $2.13 por hora. Eso es igual a cualquier persona que cobre un dólar, en propinas, al día. Es importante aclarar que la idea central de la columna no será el debate sobre si el concepto de generar ingresos a base de propinas es suficiente o no para cubrir las necesidades básicas de los meseros y meseras. Se trata de un análisis sobre el salario mínimo de este tipo de trabajadores y sus posibles consecuencias en la conducta de quien lo cobra.
Antes de discutir el comportamiento de aquellas personas que cobran a base de propinas, es importante entender en dónde nace. La palabra propina viene del latín propinare, que significa “dar de beber”. En un principio, la propina era regalarle a alguien un trago como agradecimiento por algún servicio. Según Maidana (2018), dar propina comenzó a entenderse entre la clase alta de Estados Unidos, luego de la Guerra Civil. Los esclavos recién liberados llegaban a los estados del norte donde encontraban trabajos, mayormente, en hoteles y restaurantes. Los propietarios eludían el pago de un salario embaucando a estos trabajadores con las propinas que ganaban.
Un estudio de la BBC (2017) menciona que el origen de la propina se encuentra en Inglaterra en el siglo XVI, cuando los huéspedes dejaban algo de dinero a los sirvientes de sus anfitriones. Independientemente de dónde surge el concepto o la modalidad de la propina, coincidimos en que se trata de una forma de recompensa a aquellos sirvientes o propiedad de los anfitriones o quienes acaban de ser liberados, y consiguen su primer empleo. Por eso, debemos entender lo que era ser esclavo o esclava. La esclavitud se trata del estado de esclavo (persona que está bajo el dominio de otro sujeto y que, por lo tanto, carece de libertad). Espaliú (2014) habla de la Esclavitud Moderna, a lo que llamaremos Esclavitud 2.0, a un rebrote de la esclavitud en diversas facetas como la explotación laboral, el trabajo forzoso, la prostitución, entre otros. La explotación laboral puede ir desde recibir un pago inferior al trabajo que se realiza, hasta conductas esclavistas contra los trabajadores y trabajadoras.
En Estados Unidos (a nivel federal), en el año 1938, se aprobó la Ley de Normas Laborales Justas de Trabajo (FLSA, por sus siglas en inglés). La FLSA estableció el primer salario mínimo en la historia: 0.25¢ por hora. En 1966, se enmienda la ley para que las personas que cobran más de $20 en propinas en un mes pasen a cobrar el 50 por ciento del salario mínimo federal. Se aumentaría, a su vez, de $20 a $30, por ajustes de inflación. En ese mismo año, se aumentaría el mínimo federal a $1.40 por hora, significando que meseros, meseras o bartenders pasarían a cobrar 0.70 ¢ por hora (50 por ciento de $1.40) en 1967. Hoy, si ajustáramos por inflación, los $30 al mes, como mínimo, serían $146.34. En 1991, se aumentó el salario mínimo a $4.25 por hora, lo que es igual a la llegada del $2.13 dólares por hora. En 1996, el gobierno de Bill Clinton aumentó el salario mínimo a $5.15 por hora, pero eliminó la cláusula del 50 por ciento. Al eliminar dicha cláusula, se estableció que el mínimo para toda persona que cobre propinas seguirá siendo $2.13 dólares por hora. En 2009, se aumenta el mínimo federal a $7.25 por hora, pero el salario de $2.13 dólares por hora se queda igual, y han pasado 28 años. Comienza lo que llamaremos la Esclavitud 2.13.
Para empezar con la explicación de las conductas que asumen los meseros, meseras o bartenders, entre otros, se debe entender el por qué se realizan las mismas. Estos trabajadores tienen una concepción del salario diferente; al cobrar $2.13, $3.20 o $4.50 por hora, no se alcanza a un pago de $150 o $200 cada dos semanas.
Al tratarse de un salario tan bajo, no se tiene en consideración ese dinero para costear los gastos regulares de cada día. De este modo, cada turno de trabajo se aprecia como una carrera desde cero en la que se debe generar el mayor ingreso posible de propina porque es la “única fuente de dinero”. Al establecer que la carrera de cada uno de trabajo comienza de cero, vemos que los empleados y empleadas que cobran a base de propinas entran en una lucha por atender de la mejor manera al invitado o invitada. En la mayoría de los comercios existen mecanismos de rotación para asignar mesas o zonas con equis número de mesas, depende de la persona que sienta las mesas para que el mecanismo funcione.
¿Dónde comienza los problemas? Una vez sentada la mesa, el ingreso de la propina está en juego. La persona que va a “estifear” (dejar menos del 15 por ciento o no dejar propina), lo hará no importa qué. Ante el desconocimiento de cuánta propina dejará cada invitado, asumimos un comportamiento que no siempre representa la personalidad y los valores de cada empleado y empleada. Más allá de lo que se puede entender por cortesía o amabilidad, tales conductas estarán delimitadas por las actitudes que defina el patrono como correctas o admitidas en el taller de trabajo.
Definimos como prostitución de la propina a todas las acciones que se llevan a cabo, y que son contrarias a los valores y moral de cada empleado o empleada para preservar la ganancia o la posible ganancia de la propina. Esas acciones pueden ir desde reírse de un chiste que no cause gracia alguna, hasta privarse de expresar cualquier pensamiento de enojo cuando el invitado o invitada decide no incluir la propina. Según un estudio para la revista Times (2019), dos terceras partes de las personas que trabajan en esta industria son mujeres. Por parte de los invitados, existe una mayor disposición a realizar comentarios o conductas indebidas de carácter sexual a sus meseras por el simple hecho de establecida la posibilidad de dejar más o menos propina. Entre 1995 y 2016, se radicaron más de 10,000 quejas sobre hostigamiento sexual en la industria gastronómica, y es la industria donde más quejas de este tipo se radican. La mayoría de las mujeres no saben cómo responder ante estas situaciones porque, entre otras razones, tienen miedo a reaccionar de manera que distingue al invitado y este se desquite con la propina o se queje con el patrono, y perder su trabajo. Se trata de una modalidad de hostigamiento sexual conocida como “Quid Pro Quo” (Ortega, 2005).
Los meseros y meseras cobran por su servicio, pero siguen estando en una posición de subordinación al patrono, aunque este último pague un salario mínimo bastante bajo. El otro gran problema de las personas que trabajan por concepto de propinas es la complejidad y cantidad de tareas que realizan en comparación al salario que devengan por hora trabajada. Se trata de una relación bastante desproporcionada. Por ejemplo, si una mesera cobra $2.50 por hora, y vende dos refrescos valorados en $1.50 cada uno y en menos de una hora, ya le generó más ganancias a la empresa de lo que la misma empresa le pagara por esa hora trabajada. Independientemente de cuánto pague por hora, la empresa quiere aumentar sus ganancias; la empresa prefiere cargar de más tareas a un empleado o empleada que cobra $2.13 por hora, en vez de uno que cobra $7.25 por hora. Entre las tareas más comunes que realizan los meseros, meseras o bartenders, se encuentran la limpieza del comercio al omento del cierre (en que no se genera propina alguna), inventario, preparación de alimentos cuando falta un empleado o empleada en la cocina, y limpieza de utensilios cuando falta un miembro de lavaplatos.
Por otro lado, se le exige al mesero o mesera establecer y desarrollar un sistema de trabajo en equipo conocido como ‘Buddy System’. Este sistema es de gran ayuda si existe disposición de las personas que lo componen de trabajar en equipo. Ahora bien, al tratarse de una industria donde el empleado o empleada se ve obligado a brindar un servicio para generar algún ingreso, se presta para que no se concentre en otra cosa más que en sus invitados. Lo anterior significa que estas personas suelen anteponer sus mesas e invitados a todo lo demás, incluso a las mesas de sus compañeros de trabajo. Llevar la comida o bebida, tomar la orden o limpiar las mesas de los compañeros, siempre y cuando no sea de beneficio para la propina del mesero o mesera, estará sujeto al estatus de sus mesas. Hablamos de un pensamiento individualista que imposibilita el desarrollo de una idea de colectivo.
Atresino (2019) establece que, el no desarrollo del pensamiento colectivo provoca aún más que las personas empleadas compitan entre sí, dando ventaja al patrono para mantener el salario mínimo intacto. Esta división social del trabajo es creada por la empresa para establecer un ‘free for all’ entre los empleados y empleadas para evitar que se vean como una misma clase. De esta forma, la clase trabajadora de la industria gastronómica pierde poder de negociación sumado a las condiciones de trabajo en el país. Por último, las personas que trabajan por concepto de propina deben estar dispuestas a sacrificar circunstancias importantes de la vida: navidades, veranos, día del padre, día de la madre, fines de semana enteros, o noches de estudio, son algunos de los momentos en los que estos empleados y empleadas tienen que trabajar para generar mayor ingreso porque su salario no basta para cubrir los gastos básicos de cada día.
Vivimos en la crisis económica más grande en la historia moderna de Puerto Rico. Es importante que entendamos los efectos del salario de los más de 10,000 personas que trabajan por propinas. Estos meseros, meseras o bartenders también sufren la crisis económica como cualquier otra persona. Hagan lo que hagan o sacrifiquen lo que sacrifiquen, estas personas dependen de si le dejan la propina o no. No pueden contar con el salario que les paga la empresa en la que laboran. No se observan mejoras en sus condiciones de trabajo; al contrario, es como si fuéramos en un retroceso histórico. Dependen exclusivamente de lo que logren en propinas con su servicio. Son esclavos del salario mínimo. Son esclavos del $2.13.
Las expresiones vertidas en este escrito no necesariamente representan el sentir de Pulso Estudiantil.
Editora: Melanie Paola Franco Marrero