Vivir en una residencia deteriorada ha sido la norma para Ariana Ríos Dieppa desde que comenzó a estudiar Lenguas Extranjeras hace dos años y medio. Para Yan Rivera Santana, la vivienda ha tenido problemas con cucarachas por tanto tiempo que ya no le sorprende cuando pasan por el lavamanos mientras se lava los dientes. Algunas coquetas y puertas de habitaciones tienen tanta polilla que no cierran bien, muchas ventanas están dañadas y no cuentan con operadores, describió el estudiante de Drama Víctor González Rivera. Las tuberías que suplen agua a la lavandería del edifico explotaron, y el techo colapsó en 2017, sumándose al problema de drenajes tapados y goteras, recordó Kemuel Rodríguez Montalvo.
ResiCampus es un edificio de ocho pisos con una capacidad para albergar 348 estudiantes. Se terminó de construir en 1960, y comenzó inicialmente como Residencia de Señoritas para estudiantes que vivían fuera del área metropolitana. Ante la necesidad de una rehabilitación urgente del edificio, el Programa de Vivienda de la universidad cerrará sus puertas hoy, domingo, 31 de mayo.
La clausura del edificio se sumará al cese de servicios de la residencia Torre del Norte, cerrada en junio de 2018, cuando la administración decidió comenzar el proceso de rehabilitación, que aún no ha comenzado, tras el paso del huracán María. Ante el cierre, estudiantes coincidieron en que la falta de vivienda económicamente accesible movió a un grupo de residentes en Resi Campus a someter propuestas a la Rectoría del recinto para que la vivienda se mantuviera abierta durante la reconstrucción debido a que consideraban que muchos jóvenes no tienen a dónde ir. Ninguna propuesta fue considerada, y muchos aceptaron el cierre como inevitable, según perciben algunos residentes.
La rehabilitación y el cierre
“Pueden decir lo que quieran decir, pero las acciones valen más, y es que nos están dejando fuera. No les interesa tener estudiantes de bajos recursos”, comentó la exresidente de Torre del Norte Joselyn Rosado Martínez.
La estudiante graduada de Psicología, natural de Las Piedras, enfatizó en que el Programa de Vivienda denegó automáticamente su solicitud para vivir a Resi Campus sin explicación alguna. Asimismo, estudiantes coinciden en que sus solicitudes fueron negadas a comienzos del año académico, en agosto, algunos por no tener los documentos correctos.
Rivera Santana, quien es integrante del Concilio de Residentes, detalló que funcionarios del Programa “se fueron por la línea de que no había espacio, pero, sin embargo, el piso 7 y el piso 8 están completamente vacíos”.
Por su parte, el decano auxiliar de servicios al estudiante del Programa de Vivienda, Darwin Marrero Carrer, detalló que ambos niveles no cuentan con residentes porque este año recibieron “muy pocas solicitudes”, mas les fue recomendado mantenerlos cerrados por seguridad debido que el octavo nivel tenía problemas estructurales.
Ante el cierre de la vivienda Torre del Norte en 2018, el rector del recinto, Luis Ferrao Delgado, ofreció un estipendio de $1,650 para que los estudiantes con necesidad económica pudieran costear viviendas aledañas al recinto por un tiempo, sin embargo, ningún estudiante recibió la ayuda debido que Resi Campus no estaba lleno a capacidad.
Respecto a la rehabilitación de la vivienda, que cierra hoy sus puertas, el recinto solicitó fondos al Departamento de Educación Superior Federal para sufragar las mejoras que rondan entre los $6.3 millones. En la propuesta, Rectoría indicó que la remodelación sería por etapas y cada dos pisos para “minimizar el impacto de la reubicación de los estudiantes”. Sin embargo, tras la aprobación de $8.7 millones, en febrero del año pasado, para costear la rehabilitación, los residentes recibieron un comunicado el 29 de marzo de 2019, por parte de Marrero Carrer, en el que anunció el cierre completo de la residencia.
Ante el cambio de planes, el Concilio de Residentes y el Consejo General de Estudiantes (CGE) solicitaron documentos sobre la asesoría técnica que recibió la administración en que se justificara el cierre total de la vivienda, pero nunca les fueron provistos. Aun así, tuvieron acceso a un informe de diagnóstico de Resi Campus de mayo de 2015, preparado por la compañía Advance Management Group, en el que se detallan los aspectos del edificio que debían ser atendidos a modo de rehabilitación.
En dicho documento se especifica que, desde aquel momento, se identificó que la mayoría de las ventanas no funcionaban, los tocadores y armarios tenían polilla, los equipos de baño estaban en mal estado, había grietas y filtrado de agua en el techo, y las tuberías de drenaje requerían reemplazo al estar en malas condiciones. Así también, enfatiza que los paneles eléctricos de cada cuarto se encuentran en los baños, lo cual es una violación al código de seguridad por ser un lugar húmedo. A pesar de que algunos aspectos fueron atendidos, Marrero Carrer indicó que los arreglos estructurales son de “carácter mecánico” por lo que no pueden costearse con el presupuesto actual.
La estudiante Ríos Dieppa indicó que, luego del evento atmosférico en 2017, el edificio comenzó a “decaer un poco más”, y que, los trabajos de rehabilitación que justifican el cierre se pudieron evitar con el mantenimiento adecuado. “Esta residencia se ha mantenido prácticamente en las mismas condiciones desde que abrió”, añadió.
Continuo impacto al estudiantado
Para los residentes de ResiCampus, no hay duda de que la residencia necesita ser remodelada, sin embargo, consideran que no ameritaba el cierre debido que Torre del Norte está cerrado, y gran parte de los residentes tendrán que dejar sus estudios o transferirse a otras unidades porque la IUPI dejará de ser accesible para ellos.
Actualmente, esta residencia no tiene fecha de reapertura; el decano interino del Programa de Vivienda expresó que los procesos para la entrega de las ayudas monetarias están fuera de su control.
En una reunión concedida por el rector del recinto a integrantes del CGE y el Concilio de Residentes en el segundo semestre del año académico 2018-2019, los estudiantes propusieron la utilización del Fondo de Mejoras Permanentes de la Administración Central de la UPR que, según Rodríguez Montalvo exmiembro del CGE, para finales de 2019 contaba con un poco menos de $70 millones. Ante la sugerencia, el funcionario les explicó que, en términos administrativos, es mejor esperar a la asignación monetaria de FEMA, en el caso de Torre del Norte.
Ríos Dieppa comentó que el anuncio de la suspensión de funciones de la residencia obligó a muchos residentes a trasladarse a otros lugares porque la mayor parte de los contratos de vivienda comienzan en agosto y terminan en mayo. Asimismo, opinó que, tal vez, se trató de una estrategia que servirá para demostrar que no hay necesidad de vivienda.
Según la Oficina de Comunicaciones del recinto, el Programa de Vivienda de la IUPI no es responsable de trabajar propuestas para proveer vivienda a personas de bajo ingreso, no obstante, el rector del recinto ha expresado que contribuirá, en lo posible, a que estos estudiantes identifiquen viviendas cerca del campus universitario.
Actualmente, los residentes en ResiCampus pagan $40 al mes, mientras, en Santa Rita, Hyde Park y Blondet, áreas aledañas al recinto, los precios de vivienda fluctúan entre $250 y $700 mensuales, dependiendo del cupo del apartamento. Al momento, el próximo año académico comenzará sin opciones de residencias accesibles para estudiantes de bajo ingreso ante un 50.3% de pobreza en la isla, dato ajustado a la demografía de Puerto Rico, e identificado por la Oficina del Censo de Estados Unidos en 2012.
A pesar del deterioro y la falta de servicio adecuado, Ríos Dieppa, Rivera Santana, González Rivera y Rodríguez Montalvo consideran que la vivienda es necesaria, no un lujo. Lo que comenzó como una Residencia de Señoritas donde, por primera vez, muchas jóvenes se despidieron de sus familias para vivir lejos y emprender un nuevo camino, y luego se convirtió en el hogar de muchos otros jóvenes, será la residencia de la que muchos se despedirán, abandonando las camas que cobijaron sus sueños.
ZCV